viernes, 6 de mayo de 2011

Violencia Institucional: 2012, el despertar

Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes”

El grado de descomposición que registra la sociedad mexicana muestra los síntomas de una enfermedad terminal. La disyuntiva es clara: o cual Ave Fénix renace de sus cenizas, o se verá cancelada su vigencia en cuanto que nación independiente y soberana. Desde distintos ángulos se manifiesta el hartazgo respecto del estado de las cosas; la protesta toma cuerpo y se expresa de muchas maneras, abarcando a casi todos los sectores sociales. El clamor trasciende las fronteras y en el mundo entero se muestran expresiones de solidaridad con los movimientos locales. 
Al reclamo social el régimen responde con la amenaza de una mayor militarización para reprimirlo. Está en ciernes una Ley de Seguridad Nacional que, de aprobarse, instauraría el régimen militar con la figura de un presidente civil. Un autogolpe de estado, al estilo de Fujimori en Perú o de Bordaberri en Uruguay. El proceso legislativo que ha seguido el proyecto habla de su tortuosidad: La iniciativa enviada por Calderón al Senado es modificada y aprobada, por consenso, con la eliminación de los artículos que facultarían al Ejecutivo para decretar el estado de sitio sin requerir la autorización del Congreso cuando, a su criterio, se presentase alguna amenaza a la seguridad interior por alteraciones del orden público, sea por movimientos sociales de carácter electoral, laboral o de casi cualquier otra índole.
El proyecto de ley corregido se envió a la Cámara de Diputados para su revisión y, en su caso, aprobación. Es en esta instancia que, mediante una muy oscura negociación, la bancada del PRI de corte señaladamente peñanietista impulsa una nueva modificación que restablece los artículos que los senadores habían eliminado, con la intención adicional de someterlos a votación del pleno por la vía rápida con los votos del PRI y el PAN, atropellando el reglamento legislativo. Huele a diputados maiceados por Televisa a través de la bolsa electorera de Peña Nieto. El asunto amenaza en convertirse en un nuevo detonador de la protesta nacional. Tal engendro no puede pasar.
Por hoy no voy a abundar más. Prefiero acudir a la imagen del artista gráfico. Adolfo Mexiac –un alma joven envuelta en recio cuero de ochenta años- es el autor del mundialmente célebre grabado Libertad de Expresión, aquel que muestra el rostro de un hombre con la boca encadenada y la expresión de la impotencia en la mirada, que fue adoptado como símbolo de los movimientos juveniles de 1968 en el mundo. De su buril –formado en el legendario Taller de la Gráfica Popular- crea el grabado Amanecer, que retrata, con la aguda percepción del artista comprometido, el ánimo del pueblo mexicano de estos días. Un hombre en actitud de incorporarse, con el machete a media altura, sea como instrumento de trabajo para beneficiar la tierra, o como arma para defenderla junto con la vida. La imagen dice más que mil palabras.